Se trata de empezar.
La confianza en uno mismo llega después.
Pero… ¿cómo empiezo si no tengo confianza?
Pues se empieza… sin confianza.
Porque no queda más remedio.
En mi barrio las peleas eran algo común. Diario.
A veces te tenías que enfrentar a tipos que no sabías si te podían dar de hostias.
Pero, ¿qué ibas a hacerle? ¿Pedirle unos meses para prepararte?
No. Imposible. Te ponías a ello sin saber si ibas a ser capaz de vencer.
Porque no intentarlo era siempre peor. Mucho peor. Te convertía en un cobarde.
Y eso era lo peor de lo peor.
Mejor magullado que acobardado.
Sin duda.
Así que, ya sabes: EMPIEZA. Aunque no confíes demasiado en ti.
Porque quien se esconde no arriesga. Y por eso nunca gana.
Hoy me he acordado de un chico del barrio. Gabi, se llamaba.
Físicamente era el más pequeño de todos nosotros. Tenía unos brazos que parecían manillares de bicicleta.
Y era un palmo más bajito que el más bajito de la clase.
Pero no le tosía nadie.
Y eso que era un cacho de pan.
Sin embargo, si le tocabas las narices… joder, crecía 6 putos palmos.
¿Y por qué?
Porque había dibujado a su alrededor una serie de líneas en el suelo que no permitía a nadie cruzar.
«Estos son mis límites. Te invito a no cruzarlos».
Sin violencia ni agresividad. Sólo con convicción.
—Joan, ayer vi una entrevista tuya antigua donde decías que lo mejor que un padre podía hacer por su hijo era enseñarle a pelear.
—¡Ja, ja, ja! ¿Eso dije? Bueno, pues sí, es una de las mejores cosas que puede hacer un padre por su hijo, sí.
—Guau, ¿en serio? ¿Por qué?
—Y tan en serio. Porque creo que un chaval que tiene miedo a ser agredido no puede desarrollarse completamente. Y también porque ese miedo a una pelea es lo que hace que los abusones lo detecten como una víctima propicia para acabar teniendo una pelea.
—Joder.
—Pues sí, joder.
—¿Y algo más?
—Evidentemente. Un chaval que sabe que sabe defenderse tiene mejor autoestima, autoconfianza y seguridad en sí mismo. Y de esta burra no me baja nadie.
—¿Y los adultos? ¿Deberíamos aprender a pelear también?
—Sin ninguna duda. Cuando sabes pelear el respeto que tienes por ti mismo aumenta muchísimo. Tu auto-percepción cambia. Y eso tiene un impacto muy bueno en la vida.
—¿Y qué aprender?
—Pues a boxear, a pelear en el suelo y a lanzar patadas poderosas… con eso es más que suficiente.
—¿No me volveré más violento?
—Al revés. Quien no tiene miedo se vuelve más manso, más tranquilo, menos necesitado del uso de su terribilidad y mucho menos reactivo.
—Me has convencido.
—No lo pretendía. Sólo te he informado, ja, ja, ja.
FUERZA Y PAZ.
Joan Gallardo.
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies