Diálogo con un cliente sobre la violencia:
—Joan, ayer vi una entrevista tuya antigua donde decías que lo mejor que un padre podía hacer por su hijo era enseñarle a pelear.
—¡Ja, ja, ja! ¿Eso dije? Bueno, pues sí, es una de las mejores cosas que puede hacer un padre por su hijo, sí.
—Guau, ¿en serio? ¿Por qué?
—Y tan en serio. Porque creo que un chaval que tiene miedo a ser agredido no puede desarrollarse completamente. Y también porque ese miedo a una pelea es lo que hace que los abusones lo detecten como una víctima propicia para acabar teniendo una pelea.
—Joder.
—Pues sí, joder.
—¿Y algo más?
—Evidentemente. Un chaval que sabe que sabe defenderse tiene mejor autoestima, autoconfianza y seguridad en sí mismo. Y de esta burra no me baja nadie.
—¿Y los adultos? ¿Deberíamos aprender a pelear también?
—Sin ninguna duda. Cuando sabes pelear el respeto que tienes por ti mismo aumenta muchísimo. Tu auto-percepción cambia. Y eso tiene un impacto muy bueno en la vida.
—¿Y qué aprender?
—Pues a boxear, a pelear en el suelo y a lanzar patadas poderosas… con eso es más que suficiente.
—¿No me volveré más violento?
—Al revés. Quien no tiene miedo se vuelve más manso, más tranquilo, menos necesitado del uso de su terribilidad y mucho menos reactivo.
—Me has convencido.
—No lo pretendía. Sólo te he informado, ja, ja, ja.