Sobre La Felicidad Y Los Caminos.

Conversación con un amigo sobre la felicidad:

Ayer vi una noticia sobre alguien famoso que celebraba una fiesta y salían muchas fotos de personas yendo. Así, muy arreglados todos, con la típica ropa que nadie llevaría por la calle, con pamelas tipo sombrilla de playa o gafas de sol de las que vendían en las gasolineras a primeros de los noventa. Y la cosa es que se les veía supercontentos. Entonces pensé: «Qué curioso que algo que a mí me resultaría una tortura a otra persona le parezca algo maravilloso». ¿Que si creo que eso es bueno o malo? Mira, yo creo que es fantástico. Que podamos llegar a una vida plena y buena por distintos caminos es algo bueno. Yo me moriría en la vida feliz de otros y estos mismos morirían en mi feliz vida. Tienes razón, quizá somos muy diferentes en los caminos aunque seamos iguales en los objetivos finales. Todos queremos ser felices al final, pero por diferentes caminos.

   

FUERZA Y PAZ.
Joan Gallardo.

Sobre El Pasado Y La Vejez.

Conversación con un amigo sobre el pasado.

¿Que si me acuerdo de cuando éramos más jóvenes? Pues la verdad es que no mucho, tío. Y ahora que lo dices y me acuerdo, cuando éramos más jóvenes pensaba que al llegar a los 40 estaría todo el puto día recordando el pasado y lo jóvenes que un día fuimos. ¿Tú también? Es curioso, ¿no? Es como cuando tienes mucha hambre pero no puedes comer y crees que, cuando puedas hacerlo, no pararás de comer durante horas y luego, con un par de bocados de mendigo, te quedas sin hambre ya. ¿Crees que será así cuando seamos viejos? ¿Crees que a los 80, si llegamos, pensaremos mucho en lo jóvenes que somos hoy? Sí, parece imposible creer que no, pero vete a saber. Uno se hace viejo durante mucho tiempo. Supongo que te acostumbras. Y, bueno, que es muy difícil recordar cosas que quedaron 70 años atrás en el tiempo.

  

FUERZA Y PAZ.
Joan Gallardo.

Conversación con una pareja sobre la comunicación.

Conversación con una pareja de clientes en crisis:

Joan: María, ¿por qué no le señalas las cosas que te hieren?
María: ¿Yo tengo que decírselo?
Joan: ¿Quién si no?
María: Él tendría que darse cuenta.
Joan: ¿Y si no es consciente? De tu sensibilidad tienes que dar cuenta tú, no los demás. Jose, ¿tú eras consciente de que le sentaba tan mal?
Jose: Te prometo que no. A veces soy un poco brusco hablando, pero creía que no me tomaba tan literal sabiendo como soy…
Joan: ¿Lo ves, María? Él es más tosco y tú más sensible. Si no os «educáis» en el «idioma» del otro, no os entenderéis y estaréis así cada dos por tres. Jose, ¿estás de acuerdo con que ella te señale cuándo estás hiriendo su sensibilidad con tus formas?
Jose: Nada me gustaría más que que lo hiciera. Por favor. Yo voy con cuidado, aunque no lo crea, pero iré con más cuidado aún si es necesario.
Joan: ¿María?
María: Lo haré, lamento haber dado por sentado que sabía que me hería y, pese a ello, seguía haciéndolo.
Jose: No lo sabía, de verdad. Lo siento. Yo, cuando me pase, dímelo y me corregiré…
Joan: Dentro de tu capacidad y sin querer cambiar lo que no se puede cambiar… ¿No, María? Porque supongo que si elegiste a Jose como pareja era en gran parte por como es y no por como no es… ¿No?
María: Sí… me gusta su rudeza, no se la quitaría… en el fondo son sólo un par de cosas que me chocan demasiado…
Joan: Pues ya lo sabes, señálaselas cuando las haga y trabajadlo.

  

FUERZA Y PAZ.
Joan Gallardo.

Diálogo con un cliente sobre la ansiedad.

Diálogo con un cliente sobre las preocupaciones:

—Joan, ¿cómo trabajas tú la ansiedad?
—Yo no tengo ansiedad desde hace mucho tiempo.
—No me digas. ¿En serio?
—Claro.
—¿Y cómo lo conseguiste?
—Bueno, me llevó un tiempo, obviamente, pero es que soy muy insistente y paciente.
—¿Me lo puedes explicar?
—Sí. Lo primero es descubrir exacta y específicamente qué es lo que te da miedo o te preocupa que ocurra. ¿Me sigues?
—Sí.
—Bien. Una vez lo tienes hay que hacer dos cosas. La primera es pensar en qué podrías hacer para aumentar la posibilidad de que tal cosa no ocurra. Por ejemplo, si temo olvidarme los billetes de avión o el DNI, por decir algo, lo que haría yo para reducir la posibilidad de que eso ocurra es meterlos hoy mismo en la maleta que usaré para el viaje. ¿Sí?
—Sí, me parece genial. ¿Y la segunda cosa?
—La segunda cosa es pensar en lo que harás si ese peor escenario posible, aún así, se llega a dar. Siguiendo el ejemplo del DNI: si pese a todo me olvido billetes y DNI avisaría a mi pareja para que me los trajese. Y si no, pues compraría otro vuelo más tarde, volvería a casa y cogería el DNI. Si el fin del mundo son sólo unas horas más de retraso y unos cuantos euros menos… pues tampoco es para tanto.
—Buenísimo Joan. ¡Lo voy a probar!

Mi cliente hizo su trabajo y, punto por punto, trató de esta manera todas aquellas cosas que le provocaban ansiedad o preocupación. Me aseguró que iba a usar esta técnica toda la vida.

Pruébala y cuéntame.

 

FUERZA Y PAZ.
Joan Gallardo.

 

Conversación Sobre El Miedo Y La Valentía.

Conversación real con un cliente:

—¿Qué te da miedo?
—No sé, Joan…
—No quieres ni nombrarlo, ¿no?
—Eso es.
—¿Prefieres ignorarlo o hacer como que no existe?
—Creo que es como vivo. Así, mientras que lo que me da miedo no aparezca evito comerme la cabeza.
—¿En serio que no te la comes?
—Bueno Joan… no me la como tanto. Vivo mediotranquilo.
—Ah, ¿y si eso que temes un día llega a tu vida? ¿Sabrás qué hacer? ¿Tienes un plan?
—Ya pensaré en ello llegado el momento.
—¿Y no es mejor pensar en eso ahora y después vivir tranquilo?
—¿Mejor que qué?
—Mejor que vivir «mediotranquilo».
—¿Se puede vivir completamente tranquilo, Joan?
—Sí.
—¿Cómo?
—Siendo valiente y fuerte.
—¿Y ya?
—Claro… ¿acaso no vivirías más tranquilo si fueses más fuerte y más valiente?
—Sin duda…
—Y esconderte de tus miedos, ¿te hace más fuerte y más valiente o… más cobarde y temeroso?
—Es verdad… joder, tienes razón. Dime lo que tengo que hacer Joan, quiero probar al menos.
—Ahora te escucho. Vamos.

 

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FUERZA Y PAZ.
Joan Gallardo.

«No Encuentro Trabajo», Conversaciones #5.

Hacía meses que parecía disperso, ansioso y triste. Con esas sonrisas que pesan como si tus carrillos fueran de cemento. Me costó mucho que viera una ventana abierta para hablar, sin duda había vergüenza en su interior. Casi decepción con él mismo.

Preocupado le dije «basta, cuéntame qué coño te pasa. Te intentaré ayudar o te dejaré en paz y no insistiré más». Tres lágrimas después atinó a decirme que hacía un año y medio que no encontraba trabajo. «Me siento como un maldito inútil».

Ese día había poco espacio para metafísica, es un problema muy común por desgracia hoy en día, y tristemente grave. Debíamos ponernos el traje de faena y empezar a trazar un plan, a lo mejor sin demasiadas palabras bonitas, pero sí con mucha practicidad. No comprendía muy bien por qué motivo una persona tan capaz no encontraba trabajo en nada. Buena presencia, inteligencia, buen vocabulario, puntualidad, juventud y madurez en su mejor equilibrio… ¿quién no querría a alguien así trabajando para él? ¡Pues ni de reponedor lo cogían!

En 10 minutos ya conocía el problema. El ego intentaba controlar la situación. «¡Mis estudios superiores tienen que ir en el currículo!», exclamaba. Yo le contesté que «¿para reponedor necesitan a alguien con carrera?». Le sugerí que quizás estaba intentando demostrar lo cojonudo que era a través de un trabajo peor del que en verdad, quizás, se merecía. Por supuesto para después quejarse amargamente de que «alguien tan preparado como él tiene que sobrevivir en un trabajo tan malo».

Cuando alguien se acostumbra a quejarse suele fluctuar entre distintos tipos de quejas y negatividad. No creo que ningún empresario quiera en plantilla a alguien quejica y negativo. Primero se quejará de que se quedó sin su antiguo trabajo, segundo de que no tiene trabajo, tercero de que ha encontrado un trabajo por debajo de su preparación, cuarto de que ha encontrado un trabajo de lo que estudió pero donde no le pagan como deberían, quinto de que le han ascendido por lo bueno que es pero que ahora tiene demasiadas responsabilidades para el sueldo que percibe, sexto que le pagan tanto que le retienen muchísimo y así hasta el infinito.

Por supuesto emprender nunca es una opción para el negativo y quejoso. Locuras en la ventanilla de la felicidad por favor.

La cuestión es que no estaba en «modo encontrar trabajo» sino en «modo demostración de valor». No se estaba adaptando lo suficiente como para encajar en el molde del engranaje de alguna empresa. Él quería crear un molde nuevo a su medida en el negocio de otro. ¿Una locura no?

Para hacer esos moldes uno debe emprender.

Si veis nunca a un gato preparándose para dormir una siesta lo entenderéis. Quizás el cojín o camastro no es el ideal, pero empiezan a dar vueltas sobre sí mismos y a pastar la manta hasta que, un ratito después, dan con la postura ideal para encajar felizmente ahí. Se adaptan de la mejor forma y se duermen. O eso o se van a robar el del perro, que sería la equivalencia a emprender.

Miró al suelo y dijo algo así como «vaya, muchas cosas mal, ¿no? he estado haciendo el gilipollas». Le respondí que «todos somos bastante gilipollas, sólo nos diferenciamos en lo prácticos y productivos que podemos ser a pesar de lo gilipollas».

Es difícil aceptar la realidad de que un trabajador será contratado siempre que haga creer primero y demuestre después, que va a ser un empleado rentable, que va a generar su sueldo y los gastos generados del mismo, y además va a provocar un beneficio adicional a la empresa que le contrate. Si no es así sucede que el empresario trabaja para el empleado cuando siempre debe ser al contrario. ¿Una ecuación sencilla pero quizás demasiado práctica?

Finalicé diciéndole que «no hay cosas mal hechas sino mal percibidas o mal dirigidas. Puede que tu estrategia para encontrar trabajo sirva para conseguir un puesto en alguna directiva de una multinacional, pero ahora mismo aún no estamos ahí. Finalmente tengo que decirte que no porque no encuentres trabajo ahora significa que no seas una gran persona de valor y utilidad. No necesitas un trabajo para tal reafirmación, básicamente porque ese bucle se volverá eterno y nunca tendrás suficiente. Si no es el trabajo será la paga, y si no las vacaciones y si no el horario. Siempre habrá motivos para sentirte infravalorado si esa valoración viene de fuera. Sólo tendrás SIEMPRE una interminable fuente de valoración y amor cuando ésta salga de ti y para ti».

Otro día más sin entrenar. No pasa nada. Tenemos toda la vida.

PAZ.

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pd: Mi ánimo y fuerza para todos aquellos que se encuentran sin trabajo y desean, sólo, la oportunidad de poder ganarse la vida. Hagáis lo que hagáis haced algo diferente. Pensad en todo aquello que aún no habéis intentado. Emprender DEBE ser una opción, al menos, a tener en cuenta. Y sobre todo: NO ERES LO QUE HACES, POR LO TANTO NO ERES TU TRABAJO. TU TRABAJO NUNCA SERÁ EL MEDIDOR DE TU VALÍA. 

MUCHA FUERZA.

SI ME NECESITÁIS AQUÍ ESTOY.

«Problemas Económicos en el Negocio», Conversaciones #4.

En mi despacho, cada vez más, se usa poco tiempo para hablar de entrenamiento. La mayoría de veces hablo con mis clientes de otras cosas, quizás más vitales o que tal vez les distraen. Cosas que no permiten pensar en el entrenamiento y la evolución de la persona en términos de forma física o mejora como atleta.

A veces motivación, otras el amor y otras el dinero. «Maldito dinero», dijo siempre alguien arruinado…

Era la última consulta del día, Cati entró mirando el suelo. Muy típico. No tardó mucho en decir algo como «no tengo ganas de entrenar, casi podríamos hablar».

Mi despacho me gusta tanto como la plataforma de Halterofilia así que siempre ando dispuesto a escuchar y hacer una buena sesión de consultoría.

«Qué te pasa? —le pregunté—, y no me mientas». Me contestó que pasaba por problemas económicos porque su negocio no estaba facturando lo necesario. La próxima vez que veáis a una persona con semblante depresivo suele ser por dos cosas: o le acaban de romper el corazón o se está arruinando.

Yo conocía su negocio, de hecho había ido dos veces y nunca la había encontrado allí, y eso que su nombre era el nombre del negocio. Además hacía menos de un año que había abierto. Sentencié: «Vamos que no te fían su dinero«. Respondió  que «no, no, que no gano«. No lo entendió.

Le expliqué que cuando un cliente te compra algo o contrata algún servicio realmente no te está dando dinero, te lo está prestando y tú se lo estás devolviendo con otra cosa, material o servicio. Pareció la confesión del secreto de la coca-cola, nada más allá. Simplemente era la verdad.

Corté en seco para decirle: «Cati, pídeme 100 euros, no preguntes». En voz baja obedeció:

—¿Joan, me dejas 100 euros?
—¿Estás loca? He ido dos veces a tu negocio y nunca te he visto ahí. Las dos veces que fui me atendieron dos personas diferentes. Además no solucionaron mis problemas. No me fío.

Es muy sencillo, si no se fían de ti no te van a dar su dinero. Punto. Es decir, que si no se fían de ti no te van a comprar. Honestidad, presencia, transparencia y servicio. Con esas 4 premisas puedes vender arena en el desierto. 

Uno no puede estar siempre físicamente en su negocio, pero debe estar en él de alguna otra forma. Y sobre todo durante sus primeros años SÍ debería estar presente físicamente. Una nueva empresa es cómo un bebé, no lo puedes dejar sólo. Debes enseñarle a funcionar sin tu presencia, pero durante un tiempo tienes que estar encima siempre. Hasta cuando duerme.

2 semanas después pasé por su negocio, ella estaba allí. Entré y le dije: «Hola, ¿qué puedo comprar aquí con 100 euros Cati?»

Ojalá siempre podamos ponernos a entrenar en seguida a partir de ahora.

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Conversaciones #3: Parte II, Corazón Roto.

Veía ante mí a todos los hombres que han vivido una ruptura fusionados en un metro y ochenta centímetros de estatura y setenta y cinco kilos de peso. Todos los clichés y frases enlatadas tomaban forma. Yo mismo me veía en otros momentos de mi vida hablando como él. Hasta con su misma cara.

Por eso pude decirle «Te sientes así porque es normal, como será normal que dentro de poco te sientas mejor, como será normal que algún día en el futuro pienses que te parecía imposible sentirte así de mal en algún momento de tu vida». Le sugerí que se imaginara dentro de 10 años, sólo o con una mujer que desee estar con él, quizás con dos hijos, sentado en la playa mirando el mar. «¿Vas a estar pensando en ella en ese momento?», le pregunté.

Sonrió a la vez que respondió: «No creo, ya se me habrá pasado, ¿no?». Le respondí que quizás, pero que el simple hecho de imaginarse a sí mismo como alguien liberado del dolor ya le había hecho sonreír.

«David, durante un tiempo te vas a sentir así, o incluso peor. De hecho necesitas este dolor ahora, pero no mucho más tiempo. Dentro de poco, de muy poco, vas a ser capaz de agradecer los buenos momentos vividos con ella. Vas a poder mirar fijamente los retratos bonitos que surgieron de esta relación y sólo sentirás gratitud. Nada más, ni añoranza ni melancolía. Sólo gratitud por poder haber vivido algo así. Te vas a sentir magnificente al entender que en esos momentos pasados, que fueron el tiempo presente de otro tiempo, alguien quiso estar contigo y tú quisiste estar con alguien. Vas a respirar muy aliviado cuando no sientas odio ni enfado hacia ella, la vas a perdonar y te vas a perdonar por haber soportado tanto rencor dentro. La vas a liberar de ti, te vas a liberar de ella, liberaréis la relación dejándola inmaculada como fue hasta que terminó y al fin, serás libre».

No atinaba a decir nada, sólo lloraba y hasta moqueaba.

«Siéntelo David, siente como ese dolor ya retrocede. Ya estás cediendo, suéltalo. Perdona y libérate».

Por este orden sucedió una mirada abstracta por la ventana, un suspiro de alivio y tensión liberada, un abrazo por encima de la mesa del despacho, un gracias, una sonrisa de media mejilla y un partir gatuno por la puerta.

La última vez que lo vi estaba mejor, sonrisa de dos mejillas, pulgar en alto y entrenamiento de los de antes.

Gracias.

(Podéis leer la primera parte haciendo Click aquí)

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Conversaciones #2: Corazón Roto. Parte I.

Un corazón roto transforma un rostro. Yo le llamo la cara del corazón en pedazos.

Se distingue perfectamente. Un cruce de cara de cansancio, de mal dormir o de no dormir en absoluto, ojos rojizos, mirada perdida, cabeza gacha, voz baja y cabellos descuidados. Quien no haya portado esa cara alguna vez simplemente nació sin corazón. Por eso nunca se le rompió.

David entró con esa cara en el despacho. Hacía semanas que me contaba que algo no iba bien y tenía miedo. No quería que su mujer lo abandonara. Se lo temía, sabiendo inconscientemente que sentir y vivir de hecho el miedo es el primer paso para verlo convertido en realidad.

Dicho y hecho. «Ayer se fue», dijo sin dejar de mirar el suelo.

Sabía que no fue una ruptura desencadenada por suceso alguno, ni infidelidades, ni discusiones ni nada por el estilo. Quizás sea una de las mejores peores formas de terminar: por abandono. Sin apenas ruido. Sin guitarras rotas en el escenario ni peinetas al público mientras te marchas como sólo una estrella del rock sabe hacer.

David se sentía sin respuestas. Pronto supe que no es que no tuviera las respuestas, sino que no tenía las que él quería. En las rupturas demasiadas veces pedimos explicaciones para poder trazar un plan de batalla que nos deje recuperar el territorio perdido. Pero lo mejor es siempre aceptar el color principal del lienzo. «No te han abandonado a ti, ella sólo ha abandonado la relación».

David repitió varias veces en menos de 10 minutos que ella era la mujer de su vida. En presente del indicativo.

Cinco minutos después su rabia y dolor aparecieron y ya hablaba sobre «lo cruel que es» y que «no se merecía esa puñalada».

CONTINUARÁ… 

(NO TE PIERDAS LA SEGUNDA PARTE)

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Conversaciones #1: Libera Tiempo, Libera Espacio.

Miguel entró triste un día en mi despacho. No era común en él. Le pregunté si le había pasado algo o si simplemente tenía el típico mal día. Me dijo, como todo el mundo dice, que no le ocurría nada.

Le pedí que habláramos de ese nada.

«No sé ni por dónde comenzar». Le sugerí que comenzáramos por lo que estaba pensando cuando entró por la puerta. «Tengo 37 años y estoy sólo», dijo.

No me sorprendía demasiado que lo estuviera. Se había configurado una vida donde era imposible dar cabida a una pareja. Era como si, por culpa de su vacío interior, hubiera rellenado cada hueco de su tiempo libre en otras ocupaciones y trabajos. Simplemente intentó llenar espacios vacíos para entretener su mente y espíritu. Precisamente así fue cómo su mente y espíritu quedaron sin espacio para reunir las cosas que realmente necesitaban.

No me caracterizo por hablar con miedo ni por callarme. Le dije que si yo me enamorara de él, desistiría por pura agenda. Pensaría que no tendría tiempo para mí. No tendríamos cafés ni cenas. Mucho menos cines y paseos.

Hacía años que no tenía una pareja estable, justo el tiempo que utilizaba en acribillar el mismo tiempo con entretenimientos. Es difícil mirar fijamente lo que descubres que te mira desde hace más tiempo y con más fijación.

«Nunca vas a poder atraer lo que tú mismo estás ahuyentando». Acababa de dar una estocada. Justo donde duele. Justo donde aprendes.

Un día apareció en mi despacho una carta de excedencia de uno de sus empleos. Era el inicio de la creación del espacio, de la liberación del tiempo. Y así como es la vida no tardaría mucho en llenarlo. Justo con lo que más deseaba. Una pareja. Lo supe en cuanto descubrí un nuevo tipo de sonrisa nunca antes visto en él una mañana cualquiera.

Y fue el momento de una de mis frases más repetidas a lo largo de mi vida: «lo sabía».

Nunca seas el verdugo y la víctima a la vez de tu propia vida. Libera espacio, libera tiempo y deja que todo llegue.

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Conversaciones, Episodio 2: Control.

Joan: ¿Cómo estás?

Samuel: Bien.

Joan: Pero… ¿bien bien?

Samuel: Mejor.

Joan: ¿Mejor? ¿El día es mejor que ayer o tú estás mejor que ayer? Hay una gran diferencia.

Samuel: Pues ahí me pillas, ni idea.

Joan: No te angusties, le pasa a mucha gente.

Samuel: ¿El qué?

Joan: No saber qué les pasa.

Samuel: Es difícil saber qué te pasa siempre.

Joan: No creo, en todo caso lo difícil es vivir así. Pero estar presente, reconocer y entender lo que sucede en todo momento es la forma más sencilla de vivir. Sólo necesitas entrenar un poco más y abandonar ese viejo paradigma.

Samuel: Casi nada.

Joan: El todo, diría yo. 

Samuel: ¿Crees que es posible vivir siempre en esa lógica? A veces los sucesos te superan.

Joan: Hay situaciones a priori más complejas que otras pero a un nivel básico el proceso mental o espiritual es el mismo.

Samuel: Parece complicado tío…

Joan: Eso es lo que estás deseando escuchar. «Esto es demasiado complicado, no lo sabré hacer así que mejor buscar otra cosa». No te estoy hablando sobre técnicas de meditación post-lectura de un tocho de 500 páginas, te hablo de hacerte cargo de ti mismo y aceptar la verdad absoluta de que nada ni nadie puede herirte salvo tú mismo. Puedes elegir ser un barco a merced de la mar, o ser la mar en sí misma. Puedes ser la causa de un efecto o causar todos los efectos de tu vida.

Samuel: ¿Qué tardas en conseguir eso?

Joan: ¿Si te dijera que tardarás 30 años lo intentarías?

Samuel: No lo creo.

Joan: ¿Si te dijera que morirás a los 90 y que te esperan 60 años de aleatoriedad emocional y que no controlas prácticamente nada de tu vida?

Samuel: No mola.

Joan: Vale la pena hacer ese maravilloso camino lleno de crecimiento. Sean 30 años, sean 10, sean 3 vidas.

Samuel: No me queda remedio por lo que parece…

Joan: Pues no. Como dice «Un Curso de Milagros»… «Es un curso obligatorio. Sólo el momento en que decides tomarlo es voluntario.»

Samuel: Y eso significa que…

Joan: Que no te quedan más cojones si quieres salir de este loco mundo.

Samuel: ¿Tienes algún libro para empezar?

Joan: Tengo muchos, pero será mejor que los busques tú mismo, seguro que hay una llamada para ti desde alguna parte. Yo atendí la mía y las fuentes se hicieron presentes y era abundantes. Nunca me ha fallado el poder de mi intención. Simplemente no interfiero y estoy presente.

Samuel: Parece una peli.

Joan: No, una peli es lo que vives ahora. Llámalo mejor «un despertar».

Samuel: Voy a intentarlo.

Joan:  Una vez empieces no hay vuelta atrás. Simplemente no será una opción. Que te lo pases bien amigo.

Samuel: ¿Estarás ahí si te necesito algún día?

Joan:  Nunca estás sólo. No hay nada que temer en verdad.

Samuel: Gracias Joan.

 

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