Hacía meses que parecía disperso, ansioso y triste. Con esas sonrisas que pesan como si tus carrillos fueran de cemento. Me costó mucho que viera una ventana abierta para hablar, sin duda había vergüenza en su interior. Casi decepción con él mismo.
Preocupado le dije «basta, cuéntame qué coño te pasa. Te intentaré ayudar o te dejaré en paz y no insistiré más». Tres lágrimas después atinó a decirme que hacía un año y medio que no encontraba trabajo. «Me siento como un maldito inútil».
Ese día había poco espacio para metafísica, es un problema muy común por desgracia hoy en día, y tristemente grave. Debíamos ponernos el traje de faena y empezar a trazar un plan, a lo mejor sin demasiadas palabras bonitas, pero sí con mucha practicidad. No comprendía muy bien por qué motivo una persona tan capaz no encontraba trabajo en nada. Buena presencia, inteligencia, buen vocabulario, puntualidad, juventud y madurez en su mejor equilibrio… ¿quién no querría a alguien así trabajando para él? ¡Pues ni de reponedor lo cogían!
En 10 minutos ya conocía el problema. El ego intentaba controlar la situación. «¡Mis estudios superiores tienen que ir en el currículo!», exclamaba. Yo le contesté que «¿para reponedor necesitan a alguien con carrera?». Le sugerí que quizás estaba intentando demostrar lo cojonudo que era a través de un trabajo peor del que en verdad, quizás, se merecía. Por supuesto para después quejarse amargamente de que «alguien tan preparado como él tiene que sobrevivir en un trabajo tan malo».
Cuando alguien se acostumbra a quejarse suele fluctuar entre distintos tipos de quejas y negatividad. No creo que ningún empresario quiera en plantilla a alguien quejica y negativo. Primero se quejará de que se quedó sin su antiguo trabajo, segundo de que no tiene trabajo, tercero de que ha encontrado un trabajo por debajo de su preparación, cuarto de que ha encontrado un trabajo de lo que estudió pero donde no le pagan como deberían, quinto de que le han ascendido por lo bueno que es pero que ahora tiene demasiadas responsabilidades para el sueldo que percibe, sexto que le pagan tanto que le retienen muchísimo y así hasta el infinito.
Por supuesto emprender nunca es una opción para el negativo y quejoso. Locuras en la ventanilla de la felicidad por favor.
La cuestión es que no estaba en «modo encontrar trabajo» sino en «modo demostración de valor». No se estaba adaptando lo suficiente como para encajar en el molde del engranaje de alguna empresa. Él quería crear un molde nuevo a su medida en el negocio de otro. ¿Una locura no?
Para hacer esos moldes uno debe emprender.
Si veis nunca a un gato preparándose para dormir una siesta lo entenderéis. Quizás el cojín o camastro no es el ideal, pero empiezan a dar vueltas sobre sí mismos y a pastar la manta hasta que, un ratito después, dan con la postura ideal para encajar felizmente ahí. Se adaptan de la mejor forma y se duermen. O eso o se van a robar el del perro, que sería la equivalencia a emprender.
Miró al suelo y dijo algo así como «vaya, muchas cosas mal, ¿no? he estado haciendo el gilipollas». Le respondí que «todos somos bastante gilipollas, sólo nos diferenciamos en lo prácticos y productivos que podemos ser a pesar de lo gilipollas».
Es difícil aceptar la realidad de que un trabajador será contratado siempre que haga creer primero y demuestre después, que va a ser un empleado rentable, que va a generar su sueldo y los gastos generados del mismo, y además va a provocar un beneficio adicional a la empresa que le contrate. Si no es así sucede que el empresario trabaja para el empleado cuando siempre debe ser al contrario. ¿Una ecuación sencilla pero quizás demasiado práctica?
Finalicé diciéndole que «no hay cosas mal hechas sino mal percibidas o mal dirigidas. Puede que tu estrategia para encontrar trabajo sirva para conseguir un puesto en alguna directiva de una multinacional, pero ahora mismo aún no estamos ahí. Finalmente tengo que decirte que no porque no encuentres trabajo ahora significa que no seas una gran persona de valor y utilidad. No necesitas un trabajo para tal reafirmación, básicamente porque ese bucle se volverá eterno y nunca tendrás suficiente. Si no es el trabajo será la paga, y si no las vacaciones y si no el horario. Siempre habrá motivos para sentirte infravalorado si esa valoración viene de fuera. Sólo tendrás SIEMPRE una interminable fuente de valoración y amor cuando ésta salga de ti y para ti».
Otro día más sin entrenar. No pasa nada. Tenemos toda la vida.
PAZ.
pd: Mi ánimo y fuerza para todos aquellos que se encuentran sin trabajo y desean, sólo, la oportunidad de poder ganarse la vida. Hagáis lo que hagáis haced algo diferente. Pensad en todo aquello que aún no habéis intentado. Emprender DEBE ser una opción, al menos, a tener en cuenta. Y sobre todo: NO ERES LO QUE HACES, POR LO TANTO NO ERES TU TRABAJO. TU TRABAJO NUNCA SERÁ EL MEDIDOR DE TU VALÍA.
MUCHA FUERZA.
SI ME NECESITÁIS AQUÍ ESTOY.