Por Qué Algunos No Cambian.

A veces las respuestas son tan obvias y las tienes tan cerca que no las ves por pensar que es imposible que una resolución tan sencilla pueda ser verdadera.

Me lo han preguntado un millón de veces en este último millón de años: «¿La gente puede cambiar?».

Creo saberlo hoy. Ahora.

He estado buscando mis gafas de ver, y las llevaba puestas.

La gente puede cambiar. Afirmo. Y mucha gente no cambiará en la vida. AFIRMO. Podría cerrar el artículo e irme a por una cerveza, pero escribiré un poco más.

La vida me ha dado la singularidad (no diremos beneficio ni castigo) de estar siempre rodeado de mucha gente. Por mis manos han pasado cientos de personas por mi profesión. Antes de eso conocía unidades singulares de personas complejas, intrincadas, casi retorcidas en un sentido no psicopático… bueno, algunas sí. Ha sido un muestreo impresionante.

He conocido a mucha gente infeliz, durante mucho tiempo me castigaba por pensar que no era lo suficientemente bueno al no poder cambiarlas. Lo digo siempre, en ocasiones soy muy tonto o muy gilipollas, o algo de ambas. Qué error. No lo hagáis nunca.

Entonces, si la gente puede cambiar: ¿por qué no cambiaron todas esas personas infelices? Ahí puede estar la clave. Qué cojones… ahí pienso yo ROTUNDAMENTE que está la clave. Ahora creo que no tiene nada que ver con la fuerza interior o la malnacida fuerza de voluntad. Quizás ya podamos prenderle fuego a la estantería de «autoayuda».

Allá voy: toda esa gente infeliz que conocí no cambió, y siguió con su amargada existencia, porque TODAS se encontraban culpando a alguien de su infelicidad. Y el problema no es que culparan a otros, el problema es que vivían pensando en ello todo el tiempo.

Por supuesto que la culpa es natural, diría que necesaria, pero sólo para el primer capítulo del cambio. A veces otros tienen la culpa de algunas cosas que nos suceden. SÍ. Pero tras echar la culpa al primo de turno debemos dar paso a la responsabilidad. Para hacer lo que tenemos que hacer.

Es como el ciclo del miedo. El miedo es necesario, pero sólo para ponernos en marcha. Si siempre tuviéramos miedo nos saldríamos de la fase de petrificación. El león nos comería, esas piernas no correrían.

Todas las personas felices que conozco pasaron momentos asquerosos. Jodidos, jodidos de verdad. ¿O piensas que has inventado tú el drama? ¿Que tu corazón es el primero que se rompe en la historia de la humanidad? ¿Serás tú el blanco de algún pecado original? Ni de coña. No somos tan especiales.

Tiempo después de pasar esas situaciones los veías más felices de lo que fueron antes, o al menos como lo eran antes. Si les preguntabas cómo lo habían hecho siempre respondían algo del tipo: «Sí, fue una putada y no me lo merecía, pero no iba a estar toda la vida culpando y enfadado con la vida y la gente, ¿no?»

Joder. Es como si tuviéramos una RAM específica que sólo se puede poner en modo CULPA-NO CAMBIO-DOLOR o en modo RESPONSABILIDAD-CRECIMIENTO-FELICIDAD. Si estamos en el primer modo no podemos acceder al segundo, y en el segundo no caeremos en el primero.

No… si en el fondo somos más simples que una paja con la luz abierta.

No cambiamos porque culpamos a otros de nuestras mierdas y por lo tanto no vemos la necesidad. «Que cambien los demás, no te jode».

Un conductor suicida en plena autopista sólo ve venir cientos de conductores suicida.

PAZ.

Joan Gallardo Coach.

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Aceptar Que Te Has Equivocado.

«Lo que más me gusta de Joan es su no-dogmatismo«

Me lo dijeron hace poco. Y me puse a pensar.

No sé tú, pero yo me he equivocado un millón de veces, o más. No es que me sienta orgulloso de mis cagadas (no soy gilipollas, bueno, un poco sí), pero sí me siento orgulloso de admitir que he estado equivocado en muchas ocasiones.

En mi canal de Youtube (click aquí por si queréis curiosear) tengo vídeos antiguos sobre temas peliagudos y, cuando los miro ahora, a veces estoy en desacuerdo con ese Joan. Pero me enorgullece la valentía de haberlos hecho, pero mucho menos que el hecho de que ahora piense que estaba equivocado. Y no pasa nada. Es más, los dejo ahí para que veáis que no hay vergüenza en aceptarlo.

Cambio de opinión frecuentemente, a algunos les parece una falta de criterio y a otros (incluyéndome a mí) les parece algo genial pues supone movimiento. A veces crecimiento y a veces retroceso, pero movimiento al fin y al cabo. Y yo pienso que si me muevo es que estoy vivo, sea hacia donde sea.

Y sí, cada cambio de opinión lleva dentro la aceptación de admitir que estuve equivocado una vez sobre algo. Y si te he dicho que cambio de opinión frecuentemente ya imaginas las veces que admito estar equivocado.

Podrías probar. Los que están cerca de ti descansarán. Pero tú más. No hay nada mejor para andar que llevar una mochila vacía que poder ir llenando o no a medida que vives tu viaje.

A fin de cuentas eres lo que piensas en algunos momentos solamente, y los momentos pasan, no te aferres a nada. Por encima de lo que crees o piensas hoy estás tú. Muy por encima. Suéltalo, admite que la cagaste, que la estás cagando y que puede que estés a punto de cagarla pronto. Relájate. De una putísima vez.

PAZ.

Joan Gallardo Coach.

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La Fragilidad de tu Opinión.

«-¿Qué ha querido decir con eso?
-¿Qué te gustaría que hubiera querido decir?»

En esta maravillosa escena de «RocknRolla» Archie vacila al flojo concejal mostrándole la vaga importancia de las opiniones y expresiones que los demás pueden decir. Como si a todo le pudiéramos sacar punta o llevarlo de un lado u otro.

Quizás el concejal se conforme (o desee) con que alguien le ayude a tener su propia opinión sobre una situación concreta. Como si lo primero que fuera a sentir careciera de fuerza o rigor. Y pasa constantemente.

Tú tienes una opinión bastante pura y sincera sobre un hecho… hasta que empiezas a dudar de ella por lo que otros piensan y opinan.

Recuerdo que de niño una chica era guapa cuando la mayoría estaba de acuerdo en ello. Por muy guapa que te pareciera a ti la niña de las gafotas, todo lo que pudieras sentir se veía amenazado por las sentencias de la mayoría o de los juicios respetados de ciertos miembros de la clase, normalmente los más populares, normalmente los matones, normalmente los más paletos. Si no eras mínimamente fuerte y te acercabas al «parlamento estudiantil» las dudas se apoderaban de ti y, súbitamente, esas gafotas cada vez eran más grandes y ese ángel de niña empezaba a mutar a gárgola.

Y no valía la pena. No vale la pena. Jamás valdrá la pena.

Nunca te dejes influenciar por las opiniones de la masa o de «influencers» si a cambio estás exponiendo la fragilidad de tus propios pensamientos u opiniones. Es más, es mucho mejor una opinión equivocada PROPIA que una acertada ajena. La primera te lleva a la humildad y al crecimiento, la segunda te conduce al victimismo, convirtiéndote en una oveja.

Al fin y al cabo, la verdad y la razón como conceptos son escurridizos. Aquí, en Mallorca, en mayo ves a gente con jersey, otros en manga corta y otros con chanclas y calcetines a la vez. Hace calorcito y rasquilla al mismo tiempo. Si todos quisieran ponerse de acuerdo, algunos se constiparían y otros  sudarían Nivea.

DESPIERTA.

PAZ.

Joan Gallardo.

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