Pregunta: «Siempre has dicho que las relaciones a distancia no funcionan, pero ¿Por qué no?»

Buenos días amigo.

No creo que dijera tal cosa sino más bien que «no creo» en las relaciones a distancia, aunque haya preciosas excepciones que me quiten la razón. Pero como ya sabéis si hace tiempo que me seguís… yo no hablo sobre excepciones ya que suelen ser irrelevantes para el asunto que se trata.

Yo desearía que funcionaran, pero tanto la escasez de las mismas como las historias fracasadas que todos conocemos o hemos vivido hacen indicar, sin más, que su probabilidad de éxito es escasa. Por lo tanto, no puedo creer en ellas, aunque sea por pura estadística o incluso por sensación de fondo.

Otra cosa es una situación donde una pareja se tiene que separar porque uno de los dos tiene que marcharse una temporada fuera (a estudiar, a trabajar o lo que sea). En ese caso me cuesta meterlos en el mismo caso que las «relaciones a distancia habituales». Hablaríamos de una pareja que vive un distanciamiento temporal a reanudar, por inventarme un término entendible.

Volviendo al asunto, no tengo dudas de que una relación a distancia, a corto plazo tiene que ser algo incluso especial, pero a largo plazo me resulta tan sorprendente como irreal, salvo que la intención sea perpetuarla de ese modo y no romper nunca la barrera física. Y digo irreal porque en una relación a distancia se dejan de vivir situaciones que «curten» una pareja, por decirlo así. Los malos días, los momentos donde quieres estar sólo y no tienes ganas de hablar, los enfados, las discusiones en persona observando todo el catálogo de gestos, caras, tonitos y lenguaje no verbal. Entonces me resulta difícil contemplar la integridad y fuerza de una pareja que no ha pasado por esos momentos y escenarios. Simplemente.

Pensar en que, normalmente, una relación a distancia que se preste tiene como objetivo dejar de serlo para pasar a ser una pareja «al uso» ya nos habla del carácter temporal de la unión, seguramente debido a su propia debilidad y poco sentido antropológico. Por eso digo que no creo en ellas como sistema, aunque puede ser útil como abridor. Como facilitador para conocer a una persona y después ver si, presencialmente, puede surgir la pareja o no.

Por último está lo que yo llamo «la asunción de roles». Así como más se alargue la relación a distancia antes del paso a una relación presencial mayor será la asunción del rol como «pareja a distancia» y la propia asunción de los individuos, expuestos a una idealización casi total por parte de la otra persona. Cada uno irá haciéndose una imagen mental del otro hasta que se encuentren frente a frente, y si no concuerdan dichas versiones será difícil escapar de la punzante sensación de incoherencia.

¿En qué supuestos sí me parecería algo más razonable tener una relación a distancia?

Por ejemplo, si cada poco tiempo, uno de los dos viaja a ver a la otra persona o si ya existe una suerte de «pre-acuerdo» para establecer un tiempo máximo (no extenso) antes de decidir si se da el paso para desvirtualizar la relación o no.

No quiero que se alargue más el post de hoy, quedan detalles por decir, pero lo principal queda escrito.

Ya quisiera yo que funcionaran. No tengo nada en contra de las relaciones a distancia. Pero los valores a favor de su fuerza y resistencia son pocos… y frágiles. Aún así, estas cosas o se viven cuando se presentan o pasamos media vida pensando en cómo hubiera sido, idealizando los escenarios. Así que, adelante. Ya me lo cuentas si acabas en una.

PAZ.

Joan Gallardo.

 

 

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