Las decisiones que se tomaron desde el ego penaron fuertes en el hueco del arrepentimiento. Casi siempre inaccesible salvo para la luz del espíritu. Y sólo a éste debes entregarle tus decisiones. Confiar en su divinidad, que es toda tuya como obra perfecta que eres. No delegues en el ego lo que no quisiste confiar al espíritu.