Uno de los problemas de la sociedad es que en una hipotética carrera de velocidad entre sentimientos, pensamientos y el habla ésta última ganaría sin ninguna duda. El silencio está tan infravalorado que los callados son tildados de sospechosos, los tímidos de aislados y los reservados de maquinadores. Nos saltamos los pasos naturales de las relaciones interpersonales de forma infra-animal, intentando correr mucho antes de tenernos en pie y parloteando mucho antes de pasar por la mente.
Abraza el silencio y repártelo hasta que el oxígeno se resquebraje. El mundo necesita mucha más quietud que palabras.