En los peores momentos de mi vida, en esos mugrientos primeros instantes, el odio me invadía por culpa del miedo oculto.
Pensaba que con fuego sería capaz de reducirlo todo a cenizas. No veía que podía quedar rodeado y envuelto en llamas yo también.
Entonces en el pico más alto de rabia llegaba a un punto de saturación y agotamiento. Dejaba paso a la luz de la paz y el amor. El perdón se hacia obvio incluso.
Cuando llegué a ver la repetición de tal sistema una y otra vez comprendí que podía saltarme el primer paso y recurrir de entrada al amor. No había ni hay otra forma mejor de entenderlo.
Por eso me gusta que la gente que tengo cerca vivan esas etapas sin decirles nada. Prefiero asirlos con silencio pero de cerca.
Nada se comprende mejor que lo que se vive en consciencia.
Desde entonces paz y tranquilidad ante los problemas siempre. Porque ya he estado ahí. Como tú.
Paz.