Puedes cabrearte y puedes maldecir pero no puedes creer que el mundo tiene que cambiar.
El mundo cambia cuando cambias tú.
Tú miras al mundo con una mueca en la cara pero no ves como todo el mundo mira tu mueca.
El mundo está loco pero puedes sospechar de ti mismo cuando hablas el idioma de la locura.
Parece una timba de póker donde todos buscan al primo y nadie lo encuentra.
Si no lo ves es que hueles tú a primo.
No tienes que escapar ni levantarte de la mesa. Sólo tienes que aceptar, perdonar y liberar.