Justo he terminado la sesión nocturna de la mentoría grupal con mis chicos.
Doy gracias a Dios por tenerlos. Me reconforta mucho verles siempre con la voluntad de mejorar. Con toda esa humildad.
Con las ganas de ser cada vez mejores personas.
Y me encanta verles conocerse y quererse entre ellos. Apreciarse. Echarse de menos. Reírse juntos. Ellos, completamente desconocidos antes entre sí, tan familiares ahora. Es maravilloso.
Vivimos mejor a través de los demás.
Vivimos mejor cuando nos bajamos a nosotros mismos del número 1 de las cosas más importantes de nuestra vida.
Yo no soy lo más importante de mi vida. Y por eso vivo tan bien. Tan tranquilo. Tan feliz.
Suena paradójico pero es así.
Dios lo sabe y lleva mucho diciéndonoslo muy claro.
¿Dónde? Justo aquí:
Mateo 22:37-39
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FUERZA Y PAZ.