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—EL MAYOR APRENDIZAJE HASTA LOS 30—
Hoy toca el mayor aprendizaje del período de mi vida comprendido entre los 20 y los 30 años.
Hablamos de una década que discurre entre el año 2004 y el año 2014. A los 20 era tapicero y salía con mi primera novia formal. A los 30 ya trabajaba de lo que hago ahora, me había separado dos veces, tenía un hijo y una niña en camino. Fue, con toda certeza, la época más convulsa y cambiante de mi vida.
A los 21 o 22 años entré en la academia de policía local. A los 23 ejercía y a los 24 lo dejaba. Luego comencé a trabajar de entrenador. Y lo demás y hasta aquí es historia.
A los 20 llegaba justo a fin de mes. A los 25 no llegaba directamente. Y a los 30 ya había puesto orden en ese apartado.
Lo que era mi vida a los 20 no se parecía en nada a la vida que tenía a los 30. No tenía ni los mismos hobbies.
Hacia mis 26 y 27 años pasé el peor momento de toda mi existencia. Toqué fondo y sentí que corría serio peligro de no encontrar el camino de vuelta al hogar. A la vida.
Y ahí aparece la mayor lección de esa década: aprender a perder es ganar.
Porque fue así. En el momento en el que acepté el desastre, el fracaso y la derrota, fue el mismo momento en el que tuve una oportunidad de salir adelante. Fue lo que me permitió asumir e integrar la pérdida, el desastre, y dejar de luchar por darle la vuelta a ciertas cosas.
Esa fue otra de las lecciones de esa década: a veces, rendirse no es de cobardes sino de muy valientes. A veces, lo más cobarde es seguir y hacer como si nada.
Sí, sin duda alguna, esa época fue mi cura de humildad. Entré en los 20 con un ego descomunal y salí de ellos con un ego señalado, acusado y sentenciado. Y doy gracias a Dios por todo lo que tuve que pasar para que esto fuese así.
FUERZA Y PAZ.