Diálogo con un cliente sobre la disciplina y la organización:
—Me cuesto mucho hacer las cosas que tengo que hacer, Joan.
—He visto tu agenda y, por lo tanto, he visto todas las cosas que te propones hacer en un día.
—¿Y?
—Es una locura.
—¿Crees que es demasiado?
—Definitivamente.
—Pero eso da igual, no hago ni el 10% de lo que me propongo. Y aún así acabo el día muerto.
—Normal, yo me he cansado mentalmente sólo de ver lo que tenías apuntado.
—¿Qué quieres decir?
—Que tu planificación, de entrada, es desmoralizante porque sabes de antemano que no vas a cumplir con lo que te propones hacer.
—Joder… ¿Qué me propones?
—Reduce todo lo que puedas las cosas que te propones hacer en un día. Y luego intenta cumplir. Pero procura que te apetezca el día que diseñas, porque tal y como lo haces ahora más que un día parece un castigo.
—Pero… ¿Qué pongo en la agenda?
—Primero lo importante e imprescindible, luego lo urgente y más adelante y poco a poco… lo demás. ¿Lo pillas?
—Sí, Joan.
—Es mejor proponerse hacer 2 cosas y hacerlas que proponerse hacer 10 y hacer sólo 2. Hazme caso.
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