No siempre hay un consuelo disponible.
A veces sólo nos queda aguantar.
Apretar y resistir.
Tener fe y esperar.
Seguir adelante, temblando, a rastras, pero hacia delante.
El dolor es real porque las desgracias y los malos momentos lo son.
No podemos darle la espalda a la naturaleza de la vida.
Nadie quiere sufrir, y es normal. Pero todos hemos sufrido o sufriremos, y es lo normal.
De alguna forma, el dolor nos iguala.
Nos devuelve al suelo, a la tierra.
Y en esa humildad compartida y repartida, de alguna manera, encontramos algo de consuelo.
FUERZA Y PAZ.