Y hasta 1000 si hace falta.
No me gusta que mis primeras emociones se conviertan en reacciones, actitudes y comportamientos. Conozco a mi cerebro y su funcionamiento de modo que conozco también lo que provoca «el mal pronto». Sé de lo humano que resulta pero también de lo poco razonado y animal que resulta.
De largo, las personas con las que más cuesta convivir son aquellas que no tienen ningún tipo de filtro entre lo que sienten en un primer momento y lo que sueltan por la boca inmediatamente después. Son, con suerte, aquellas que están pidiendo perdón cada dos por tres y le echan la culpa a su «mal pronto» o «mal genio». Porque cuando la emoción pasa, entienden de lo exagerado e irracional de su reacción, pero como suelo decir: «no puedes meter las palabras para dentro una vez han salido». Podríamos decir eso de «el mal ya está hecho».
Pedir perdón es algo divino, pedir perdón muchas veces es un problema. Algo no está bien por ahí dentro si te ves disculpándote frecuentemente.
A mí me ha tocado convivir con personas así y no es agradable. Quizá por estar expuesto a ello no quise verme nunca del otro lado, actuando así. Contar hasta 10 (o el tiempo y número que sea necesario) es un remedio casi infalible. Hay más problemas derivados de las palabras que sobran que de las palabras que faltan.
Por ejemplo, si recibes una crítica o incluso un insulto en redes sociales (pondremos este clásico ejemplo ahora que estamos en el mundo internet) tu primer impulso será contestar y pagar con una moneda parecida inmediatamente, reaccionando, llevado por la mala leche de la ofensa. Si lo piensas unos minutos y esperas a serenarte empezarás a pensar en otro tipo de contestación, quizá más madura e inteligente. Si esperas más aún, hasta el punto en el que tus emociones están en su punto anterior, puede que se te ocurra algo más «razonable» y práctico, como borrar el comentario y bloquear a su autor. En estos casos, como en casi todo en la vida, lo mejor es esperar un poco. Contar.
Es mejor medir cien veces y cortar una que medir una, cortar y tener que tirar la tela porque ya no puede quedar bien.
Todos sabemos tener «mal pronto», sencillamente porque es la opción más fácil. Pero estaremos de acuerdo en que éste sería un mundo mucho más amable si todos empezáramos a pensar un poco más antes de hablar o actuar.
Yo prefiero razonar antes que reaccionar.
Reaccionar es útil cuando tu vida corre peligro o cuando no hay tiempo para razonar, y casi nunca nos vemos (gracias a Dios) en este tipo de situaciones. En todo lo demás, pon tiempo entre tu primera emoción/reacción y tus palabras o actos. Vivirás mejor tú y los que te rodean.
Pruébalo, no perderás ni una décima parte de lo que puedes ganar.
Joan Gallardo. PAZ.