Ya no sé si es mi mente calmada lo que me hace fuerte o es mi fortaleza lo que mantiene mi mente en calma.
Sea como sea, parece que la calma interior está soldada a la fortaleza.
Tan pegada está, que parece una fusión. O más aún: un sinónimo. O como llamar Pepe a Jose y Jose a Pepe.
Haz un esfuerzo perpetuo por la serenidad, la ecuanimidad y la calma.
Baja dos marchas. O tres. Ralentízate. Tómate tiempo.
Aumenta el espacio entre el impulso, la reacción y la acción.
Sé reflexivo, no impulsivo.
Así, la calma te buscará. Poco a poco. Como suele hacer.
Y con ella –en ella más bien–, la fortaleza.
FUERZA Y PAZ.