Si perdí el miedo fue porque lo experimenté. No formulé teorías sobre el fango, sólo me hundí hasta los testículos en él. Tras el primer shock aprendía que a cada miedo superado renacía en una mejor versión de mí mismo. Un miedo vivido era un miedo menos, y un miedo menos era un auto-conocimiento mayor. Nunca me sentí un kamikaze, pero así me llamaron los que me observaban. Los mismos que se levantan cada mañana en su propia parálisis reproduciendo un idéntico día tras otro. Siempre idéntico al anterior.
Vive sin miedo, porque no hay nada de lo que huir ni esconderse. Libérate.