En la cima más elevada del ego te crees tan imprescindible y magnificente que te declaras dueño de cuantas cosas tocas en la vida, incluyendo personas.
Los celos son la cadena al cuello que siempre arrastra pesada sobre el suelo. Rompiendo todo a su paso. Una cadena tan helada que aletarga la piel de quién la sufre creyéndola amorosa. Para descubrir después heridas que llegan ya al hueso.
Los celos no son amor. Son miedo. Y si es miedo, no es amor.