Me sigue asombrando lo en serio que nos tomamos algunas cosas. Damos nuestra versión más tremebunda, irascible, juzgadora y rencorosa cuando la política, religión (podría meter al fútbol en la ecuación) o opiniones personales entran en juego. Sin embargo nunca defendemos tan vehementemente otros conceptos como el perdón o el amor. Nos ha llegado a dar vergüenza decir «te quiero» o «te pido perdón» pero no nos supone ningún problema gritar «árbitro hijo puta» en un partido de fútbol entre niños de 12 años. Algunos desean la muerte a otros por su sola ideología. Otros directamente la dan.
Yo daría esta vida por el amor. Recoloquemos juntos la gran escala de valores de la Sociedad. Uno a uno.