Mentiras. No merecerá nunca la pena discutir sobre una mentira. La verdad nunca discute ni argumenta, simplemente no reconoce la falsedad y le es completamente extraña e irreconocible. En cambio la mentira sí visualiza el poder de la verdad, se le indigesta y teme. Por eso es que la mentira siempre se cuenta en la obscuridad, en la sombra y en coja soledad.