Peligro: Ego al volante. Literalmente.
A veces sucede que hechos sin aparente importancia te afectan a un nivel mayor de lo esperado. Quizás por lo gráfico de la situación o por lo triste e inesperado. Uno no espera, al recoger a su hijo al colegio, dar con cosas así. Me revuelve el estómago.
Rápidamente: La más grande avenida del pueblo, dos carriles por sentido y paso de peatones en badén. De repente (viejo sentido policial de otra época) veo una pequeña rueda de bicicleta entre los coches estacionados y voy parando antes de llegar a la cebra asfáltica. No puedo detenerme en mi lugar (al loro) porque hay una persona (me la suda hombre o mujer) aparcada ENCIMA del paso de peatones con sus hipócritas luces de emergencia en on.
De delante del morro de dicha persona aparece la bicicleta anteriormente presupuesta. Empujada por un chavalín de poco más de un metro de altura y apenas seis o siete años. Hace estragos entre lo hijoputible de la situación, pasando entre el coche que está encima del paso de peatones, cuyo imbécil se encuentra toqueteando el móvil entre whatsapp, facebook o selfie moments imagino, y el siguiente coche correctamente estacionado.
El niño me mira finalmente para poder pasar. Miro por el retrovisor para ver si por el otro carril viene algún otro cruzado neuronal y termina por desintegrar a la criatura en plena avenida. No hace falta mal pensar, la realidad es aún más perfectamente malévola en situaciones así.
El chico pasa y yo miro a esa persona parada ahí, quien ha visto al niño y no ha tenido ni la vergüenza eufemista de hacer como que «espera que me quito, perdón». Quizás no tenga hijos, quizas no tenga ojos, quizás se la sude.
La vena de mi cuello invita a escupir sangre y bilis, mi ego escondido y agazapado alerta otro ego y quiere guerra. Pienso en esos seis segundo en lo que debería hacer. Salta una canción de Bob Marley en mi coche, pongo primera y marcho. Al terminar la canción doy dos puñetazos al volante. Violencia.
No entiendo nada, pero lo comprendo todo.
Mis dientes se aprietan tanto que me dan ganas de llorar.
Me pregunto cómo liberar esta ansiedad. Me pregunto por qué he vivido eso y qué espera la vida que haga. Esta mañana lo he entendido.
Tenía que escribir sobre ello. Escribir e intentar cambiarlo. Podría haber pensado que no puedo cambiar nada. Que no tengo el control de cosas así.
Pero sí que tengo una tribu muy grande y fiel. Y he pensado que os podía pedir un favor:
Os pido, por favor, que intentéis no repetir conductas como la que he presenciado hoy. Que si de esto conseguimos que un par de personas más en la tierra conduzcan con sentido consciente ya habrá valido la pena el cabreo y la tristeza.
Mi petición exacta es: No aparquéis ni os paréis encima de un paso de peatones, por favor.
No más EGO al volante.
Como decía Lennon «Espero que un día te unas». Podemos cambiar esta mierda. Cree.