De niño me solía preguntar cómo sería yo de mayor. Cómo sería mi vida.
Si todo iría bien.
Si tendría hijos.
Si tendría problemas de dinero.
Si viviría en mi pueblo.
Cómo sería mi mujer.
Qué amigos tendría.
Si aún jugaría a fútbol.
Si me seguirían gustando los videojuegos.
Si seguiría leyendo a Mortadelo y Filemón.
Cuándo morirían mis abuelos.
Si perdería a algún amigo.
Si podía morir joven.
Si me dejarían.
Si tendría que dejar a alguien yo.
De qué trabajaría.
Cómo me sentiría.
Nada de lo acontecido después era esperable entonces.
Si hoy le contara a ese Juanito de de 8 años lo que he vivido quedaría brutalmente asombrado, para bien y para mal.
Pero… sé que también se sentiría orgulloso y protegido.
Creo que es lo que me he ganado. Sentirme orgulloso de mí mismo.
Y resulta que la paz de espíritu tiene mucho que ver con eso.
Y la autoconfianza.
Y la autoestima.
Y la felicidad.
FUERZA Y PAZ.