Muchas veces es la impaciencia lo que no deja ver si uno estaba preparado para algo o no. La mayoría, se cansan antes de poder decir si podían con lo que se proponían.
Recuerdo una vez, de niño, que iba por el monte con mi hermano pequeño dando un paseo. Queríamos arrancar un pequeño acebuche para plantarlo en otra parte. Yo tiré de él con todas mis fuerzas y haciendo uso de todas las posturas posibles. Parecía que venía pero en algún punto pareció encallarse. Tiré y tiré y se movía sin salir como una muela a la que aún no le ha llegado la hora. Al final lo dejé.
Mi hermano me dijo: «¿no sale?». Y yo le dije, con la mirada, que no.
Seguimos con el paseo y a la vuelta, mi hermano, 4 años y medio más joven que yo, de unos 7 años entonces, tomó aquel pequeño acebuche con una mano, tiró levemente de él y lo sacó de cuajo.
«Solo te faltaba un pequeño tirón, ya estaba casi fuera», dijo.
Me quedé a un pequeño tirón. A unos pocos segundos más de paciencia.
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FUERZA Y PAZ.
Joan Gallardo.