La envidia esconde tu miedo a quedarte atrás. A no llegar.
A no ser suficiente. A no poder seguir la estela de los demás.
A ser peor que la mayoría.
A conseguir menos que la mayoría.
Y eso te revienta.
Por eso envidias y por eso piensas y hablas mal sobre los que tienen y alcanzan más que tú.
Porque es más fácil destruir que crear.
Y la brecha que te separa de ellos sería más fácil estrecharla derribándolos que alcanzándolos.
Pero en el fondo lo que querrías es ser como los que envidias. O más aún.
Así serías tú el envidiado y no el envidiante.
Y sería así sólo hasta descubrir que siempre hay alguien más arriba a quien envidiar de nuevo.
La envidia es un fuego que no se puede manejar.
Lo único que se puede hacer es no empezarlo.
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