Libre y quejoso.

Lo veo muchas veces, personas que exigen libertad para actuar, a veces incluso la ejercen, y después se quejan amargamente de las consecuencias de dicho acto.

Lloran por las críticas recibidas, se cabrean por las opiniones derivadas y patalean por las repercusiones.

No me jodas, eres un hereje de la libertad.

Eso no es ejercer tu libertad, eso es mercadear y especular.

Lo que querías era un «hostia que tío más auténtico, chapeu». Pues no.

La libertad no se ejerce esperando algo a cambio, se ejerce por necesidad propia y convicción de los principios originalmente propios.

Es como ese día que no pudiste más y gritaste al cielo con toda tu alma, tenía que salir para no ponzoñar dentro. No importaba la nota o la melodía del grito, ni lo que pudieran opinar al verte así. Lo tenías que hacer, y punto.

Quiero ejercer mi libertad y que no me critiquen por ello. Sí sí, suena a libertad pura e incondicional.

La libertad es valiente y no espera nunca nada a cambio, aunque luego llegue en algunos casos.

Hasta que no comprendas esto, mejor seguir callado.

Mejor comprender que hacer.

Mejor callado que llorón.

PAZ.

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