Ayer tuve la siguiente conversación con un cliente:
—Joan, me sigue costando mucho levantarme de la cama a la primera.
—¿Y por qué crees que te pasa eso?
—No lo sé, pero suena la alarma, me enfado y la pospongo varias veces.
—¿Qué es lo primero que haces cuando finalmente te levantas?
—Pues miro el móvil, me ducho, me tomo un café y me voy al trabajo.
—¿Te gusta tu trabajo?
—No demasiado.
—¿Miras cosas en el teléfono que te gustan?
—Pues no, la verdad, miro los portales de noticias y me acabo indignando bastante con lo que veo.
—Ahí lo tienes… normal que te cueste levantarte por la mañana.
—¿Cómo?
—A ver, si lo que viene después de levantarte son sólo cosas que te disgustan es lógico que no te quieras levantar.
—Entiendo que a ti no te pasa Joan, ¿no?
—No. Nunca.
—¿Qué haces tú cuando te levantas?
—Lo primero, doy gracias a Dios por el nuevo día. ¡Básicamente por no haber muerto durante la noche, ja, ja, ja!
—¿En serio?
—Claro, ¿alguien te promete a ti que mañana despertarás y seguirás vivo?
—No, supongo.
—Pues eso. Luego voy a la ducha de cabeza. Me visto, me pongo un café con leche y leo la Biblia un buen rato. Después salgo a dar un paseo, vuelvo, organizo el día y preparo el desayuno para los niños. Desayuno con ellos, los llevo al cole y luego, ya sí, me pongo a trabajar.
—Joder, así da gusto.
—Eso es. ¿Qué podrías hacer tú para que te costase menos levantarte por la mañana? ¿Qué podrías tener ahí, esperándote, que te sacase en volandas de la cama? Ahí está la clave. Piénsalo, no tengo mérito en salir de la cama pensando porque lo que me espera me encanta. Haz por lo menos una cosa que te apetezca mucho hacer nada más levantarte, así, cuando pienses en no levantarte te darás cuenta de que la estás perdiendo.
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FUERZA Y PAZ.
PD: Sí, esto… también es disciplina, pero disciplina de la buena. Si quieres aprenderla, tienes que leer mi nuevo libro «Las 48 reglas de la disciplina».