Una vez estuve 21 días ingresado en un hospital.
Lo que más echaba de menos era no sentir el cielo abierto sobre mi cabeza.
El aire tocando mi cara.
El poder abrir una ventana. Y escuchar a los pajarillos cantar.
Recuerdo que me quedaba horas mirando por una ventana del pasillo que no se podía abatir.
Un día una enfermera, al verme así, vino y me preguntó:
—¿Estás bien?
La miré un segundo y le dije:
—No. Y no porque me duela algo, que me duelen muchas cosas, sino porque no puedo salir ahí fuera.
La vida está llena de cosas increíbles a las que no les hacemos mucho caso.
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FUERZA Y PAZ.
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