«Cuando tienes un propósito fluyes de hecho con la vida y experimentas una especie de armonía que procede del hecho de que no tienes ya que luchar por otra cosa. En pocas palabras, te iluminas, de manera figurativa y literal. (…) Presientes que estás siendo observado y tus acciones derivan de esta bienaventuranza interior, hecha de rectitud y equilibrio. Cuando actúas a partir de ese conocimiento interior, que te recuerda constantemente que tienes un propósito y que confías en ti mismo para llevar a la práctica ese propósito, sólo puedes hacer lo que hay que hacer.»