Cuando sentimos el poder del YO, no existe el miedo, no existe la necesidad de controlar y no luchamos por ganarnos la aprobación de los demás ni el poder externo.
Con la referencia sobre los objetos, nuestro punto interno de referencia es nuestro ego. Pero el ego no es quien somos en realidad. El ego es nuestra autoimagen; es nuestra máscara social; es el papel que estamos representando. Nuestra máscara social se nutre de la aprobación de los demás. Quiere controlar, y el poder la sustenta, pues vive en el miedo.
Nuestro YO verdadero, que es nuestro espíritu, nuestra alma, está completamente libre de estas cosas. Es inmune a las críticas, no teme ningún desafío y no se siente inferior a nadie. Pero, al mismo tiempo, es humilde y no se siente superior a nadie, pues reconoce que todos los demás son el mismo YO.