El orgullo del cansancio.

Vivimos en una sociedad cansada mentalmente. O emocionalmente. Sigue habiendo trabajos físicos duros, muy duros, pero cada vez los hay menos. El cansancio físico REAL parece estar en minoría.

Pienso en el programa «El encantador de perros» y recuerdo con asombro cómo muchas veces arreglaba el asunto de un perro problemático poniéndolo a caminar en una cinta hasta que se cansaba. Después de cansarse se tranquilizaba y se echaba un sueño.

Hace un millón de años estuve una larga temporada con un trabajo bastante físico, terminaba molido y con los pies a punto de explotar, pero llegaba la hora de ir a casa y mi felicidad y alivio apenas se contenían en mí. Me tumbaba en el sofá, pero con el mentón alto.

Veo a los niños cuando pueden hacer el loco, correr, saltar y gritar para después convertirse en maestros de la quietud y el silencio. Asombroso.

A veces pensaremos que estamos cansados, pero seguramente será apatía.

Cuando creas que estás cansado, (aunque no te hayas movido de dos metros cuadrados en la mayor parte del día) yo de ti intentaría ponerme a entrenar. O cortar leña con un hacha. O pasear el perro, o mejor, ponerte a correr con él.

CÁNSATE, PERO DE VERDAD. Hasta que, por cojones, te sientas orgulloso de ello.

La apatía se diluye en el movimiento. Y estará dulce. Prometido.

PAZ.

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