La semana pasada envié un reto a mis alumnos de mi Mentoría Grupal.
El reto consistía en sentarse en algún lugar con vistas al cielo, a solas, en silencio y sin teléfono durante 30 minutos seguidos.
Luego tenían que enviarme un mensaje contándome cómo les había ido.
El mensaje prototipo que recibí decía algo como esto:
«Pensaba que no podría, que me costaría horrores pero… aunque al principio sí fue difícil, a medida que pasaban los minutos me iba sintiendo mejor hasta que comencé a notar una paz increíble. Lo haré más a partir de ahora».
Precioso.
Nos cuesta desconectar y estar sin hacer nada porque pensamos que deberíamos estar «haciendo algo» pero… ¿y si no fuese así? ¿Y si dejásemos de pensar eso? ¿Y si no diésemos por válido cualquier momento del día para «hacer cosas»?
De todas las cosas que tenemos que hacer en un día, no hacer nada es la más difícil de todas ellas.
Pero quizá sea también la más necesaria.
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FUERZA Y PAZ.
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