El sufrimiento y el dolor, sin esperanza, termina siempre en autodestrucción y desolación.
Porque si me toca sufrir y padecer sin sentido, el mundo se hace absurdo.
Cruel e injusto. Me mira y me señala.
Apunta directo hacia mí. Y dispara. Sin razón.
Como el niño que rompe, al azar, un ventanal de una pedrada.
Sin motivo ni méritos.
La esperanza me dice que el dolor no será en vano.
Que, como poco, tendrá un significado.
Que dejará unos símbolos que podré usar como cimientos.
Duros, seguros y establecidos.
Sobre los que podré construir una paz.
Y una sabiduría.
Con esperanza, estoy puedo soportar el dolor.
Sin esperanza, quizá prefiera no sentir nada.
FUERZA Y PAZ.
Y ESPERANZA.