Diario de Joan Gallardo, Entrada #4 – Ancianas Cabreadas y las Cosas Importantes.

9 de agosto, 2018.

Estaba tomando café con mi madre en la terraza de un bar que dispone una plataforma de madera además de una mesa con sillas a los lados pegada a la pared, sobre la acera. Ahí estaba sentado yo, tomando café con mi madre hablando de lo mejor, las cosas fútiles. De repente una anciana se ha puesto frente a mí, y levantando su dedo índice me ha echado una regañina porque decía que mis piernas (estaba con una pierna cruzada pero pegada sobre la otra) podían provocar que una persona mayor tropezara y cayera.

He mirado si realmente estaba haciendo algo mal y, sin darme cuenta, estaba obstaculizando el paso, pero no. Había unos dos metros para pasar, y mis piernas estaban a la altura del máximo saliente de mi mesa. De tropezarse con mis piernas, podríamos hablar casi de acoso.

Otros estaban con la silla al completo sobre la acera, incluso ella había tenido que sortear una para llegar hasta mí. No entendía nada, pero la situación ya estaba ahí.

Tras la reubicación le he dicho: «no se preocupe señora, me fijaré más de ahora en adelante». Y se ha ido esquivando más sillas que estaban en peor sitio que yo. Unos diez metros más allá se ha puesto a hablar con una amiga suya que estaba limpiando persianas con una enorme escalera que cruzaba todo el ancho de la acera, la cual nuestra protagonista ha tenido que bajar para poder, primero hablar y segundo poder seguir su camino.

¿Si me he enfadado? No. En absoluto. Mi madre mucho, lo cual me ha servido para enfadarme aún menos. Siempre que queráis hacer un fuego, alguien tiene que traer un cubo de agua.

Para esa respetable anciana el asunto de la acera era, con toda seguridad, lo más importante del día. Tan importante que no ha tenido reparos en cantarle las cuarenta a un joven con los brazos tatuados y cara de pocos amigos. Es loable la defensa de su espacio para pasar por la acera. Deberíamos aprender a defender nuestras cosas importantes como ella ha defendido lo suyo. A tomar por culo joven.

Quizás hace medio año sí tropezó con alguien en ese mismo lugar y se rompió la cadera, de forma que no pudo salir a pasear ni un solo día en meses.

Quizás era la madre del barista que me pone el mejor café del pueblo. ¿Iba a hacerle sentir mal por eso?

Puede que ella misma, años atrás, provocara la caída de alguna otra persona y, al verme así, reviviera su dolor y culpa.

No olvidéis que lo que para vosotros es una chorrada, para otros puede ser asunto casi de vida o muerte. Hoy una anciana se podría haber vuelto loca por una acera. Mañana quizás yo mismo me vuelva loco cuando me vuelvan a dar una puta bolsa rota en Mercadona. Que entonces alguien tenga el cubo de agua al lado. Lo agradeceré.

Hasta otra.

Joan Gallardo.

PAZ.

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