El miedo a equivocarse nos empuja frecuentemente a buscar aciertos ajenos. Queremos que la gente nos diga lo que hay que hacer.
Después es mucho más sencillo culpar a otros de nuestras desgracias pero la única realidad es que los errores que no eliges no son tuyos, así como las victorias que te chivaron tampoco te pertenecen.
Lo único con lo que siempre puedes contar (y aprender) es con la propia iniciativa.
Equivocarse habiendo asumido la responsabilidad es mucho mejor que acertar habiendo delegado la decisión.
PAZ.