La arrogancia no es el exceso de autoconfianza sino todo lo contrario.
El que confía en sí mismo no necesita de exhibiciones ni muestras de valía.
Tampoco necesita llamar la atención.
Ni aplausos ni defenderse del odio recibido.
«Solo tengo tiempo y energía para lo que es importante», dice.
No se desgasta en poses ni en parecer lo que no es.
No pierde el tiempo intentando agradar ni en buscar la aprobación externa.
Cree en lo que hace y por eso cree en sí mismo.
Acepta con humildad y espíritu de lucha la carga de su propio Ser.
Y la lleva con la máxima dignidad y autenticidad.
Su autoconfianza es brutalmente consecuente.
Y nadie, salvo él mismo, se la podría arrebatar.
FUERZA Y PAZ.
Y AUTOCONFIANZA.