—Joan, ¿tú tienes muchos proyectos no?
—¡Qué va! Ja, ja, ja.
—¿Y objetivos?
—¡Tampoco!
—¿Cómo es eso?
—Tengo cosas que me apetece hacer pero no es que persiga nada en concreto más allá del placer de hacerlas.
—Me acabas de matar vamos.
—Ja, ja, ja…¡hey yo sólo te contesto a tu pregunta! Pero si te quedas más tranquilo sí te digo que esas dos cosas que quiero hacer reciben un trato preferencial en mi agenda.
—¿Pero sólo dos cosas?
—¡¿Sólo?! ¡Ya me parece mucho dos cosas!
—¿Por qué es mucho?
—Porque dos cosas grandes se convierten en una gigante. Imagínate más.
—O sea que, durante un tiempo largo (imagino) te vas a dedicar a dos «proyectos» por decirlo así.
—Justo eso.
—Y no más.
—No más.
—¿Y no hay más cosas que te apetezcan?
—¡Oh ya lo creo que sí!
—¿Entonces?
—Ya habrá tiempo alguna vez imagino. Ahora mismo no lo hay. Al menos si pretendo hacerlo como es debido. Mira, la vida es muy larga como para poder hacer muchas cosas pero es muy corta como para querer hacer muchas a la vez.
—Creo que comprendo.
—Dime, ¿llevas tiempo poniéndote objetivos, metas y demás?
—Sí, claro. ¡Muchos! Como debe ser…
—Y en los últimos tres años…¿cuántos has conseguido?
—Ninguno…
—Sabía que dirías eso. Tranquilo, todos nos metemos ahí. Pero la verdad es que pocos salen de ahí. Se siguen culpando por no haber concretado nada y se prometen esforzarse más para la siguiente intentona. ¿Y si no es ese el camino? ¿Y si es mejor hacerlo de otra forma? Puedo construirte una casa en un año. Dos será muy difícil. Pero si pretendo construir cinco seguramente no terminaré ninguna o acabaré una o dos y te decepcionaré en las demás. ¿Por qué no hacerlo de otra forma esta vez?
—¡Joder tiene toda la lógica del mundo!
Conversación con un cliente sobre proyectos y objetivos.
Publicado enInstagram