Sigamos con esta serie de posts sobre cómo superar el pasado.
En la segunda entrada explicaba cómo integrar un hecho no deseado del pasado sacando algo positivo de él de cara al presente y al futuro. De esta forma, además, el autoperdón se hacía más accesible.
En esta tercera entrega quiero hablarte sobre otra vía hacia el autoperdón. Solo necesitarás una dosis grande de humildad y humanidad, algo que no le viene mal a nadie hoy en día. Vamos allá.
Todos cometemos errores. Todos. Meter la pata es algo normal. Forma parte del ser humano. No nacemos con todo lo necesario de serie como para acertar una y otra vez en la vida. Los errores en el camino están más que asegurados. Debemos aceptarlo y no sorprendernos demasiado cuando esto suceda.
Yo me he equivocado muchas veces. Algunas a un nivel estratosférico. Cuando pienso en ello me digo «¿pero qué demonios se me pasaba por la cabeza?«. Mi respuesta podría ser negativa y poco edificante, del tipo «eres tonto del culo«. Pero no. Opto por usar otro diálogo interior. Uno más amable y constructivo pero… sin perder la objetividad ni sucumbir a autoengaños o tibieza inútil.
«Bueno, está claro que hice lo que hice porque creía que era lo mejor. En todo caso es evidente que no lo pensé bien o que me faltaban ciertas herramientas para tener un mejor juicio. Menos mal que, gracias a ese episodio desagradable, aprendí una serie de cosas que me servirán para no repetir comportamientos y decisiones así de malas para mi vida«.
Porque soy humano. Porque me equivoco. Porque no soy perfecto. Porque quiero y puedo mejorar. Porque tengo derecho a una nueva oportunidad. Y de mí depende concedérmela.
Te interesa muchísimo desarrollar una habilidad llamada «me he equivocado, he aprendido la lección, ahora debo seguir hacia delante«.
Una vez des por aprendidas dichas lecciones, hayas contemplado lo que hiciste mal y sepas o intuyas cómo no repetirlo en el futuro es ELECCIÓN TUYA seguir anclado en el pasado. Tú decides seguir atascado en esa vivencia o seguir adelante con tu vida. Llegado a este punto es tan nocivo para ti que te martirices como que hagas que no ha pasado nada. Que seas severo en extremo o que seas demasiado condescendiente.
Piensa en la arquetípica escena de película donde alguien comete un delito en el pasado, pasa por la cárcel, se arrepiente de sus actos, cumple condena, sale de prisión y se compromete con una nueva vida y dice aquello de «ya he pagado por mis errores«. Pues ahora puede ser tu momento. Seguramente ya has pagado por tus errores. Con dolor, sufrimiento, angustia, culpa, ansiedad e infelicidad. Da por saldada la deuda.
Ahora, como Jesús le dijo a la mujer adúltera en Juan 8:11: «Vete, y no peques más«.
FUERZA Y PAZ.
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