Hola querida tribu.
El título del capítulo de hoy pertenece a una de mis películas favoritas de todos los tiempos: El árbol de la vida.
Esta obra de arte (no tiene otro nombre) sacude tu alma de una forma increíble. Te demuestra como la vida lleva un ritmo concreto, ajena a todo pensamiento y deseo de aguantar las cosas tal y como están ahora.
No podemos hacer nada.
Todo cambia, siempre. Constante e incesante cambio. Y nosotros, quizás, deberíamos adecuarnos a ese paso. Disfrutar de lo que haya en cada momento y después transformarnos con el cambio a cada cambio de compás. Así no perdemos el ritmo de la música.
Además la vida nos demuestra, desde niños, que el cambio es la tónica habitual. Que aunque no queramos, estamos obligados a dejar entrar, así como lo estamos también a dejar ir. Y un día nosotros entraremos y saldremos también.