Cuánto arte se quedó en un cajón por miedo al rechazo. A la desaprobación.
Hacer un pájaro de papel y recibir una hostia porque no has conseguido que vuele.
Pintaste un retrato de Gandhi y, entre tú y yo, no se parecía demasiado pero qué cojones, era tuyo!
Se lo enseñaste a una persona que tenía un mal día y te dijo que era una mierda.
Ni lo guardaste en el cajón, lo tiraste porque no podías rociarlo en queroseno.
No hubo aprobación externa. Mierda.
Años después alguien te dijo: «¿Hostia tú pintabas no? Te voy a enseñar un retrato que he hecho de Gandhi!» Ya sabes, era la tuya. La venganza de la desaprobación es continuarla. «Vaya mierda de retrato tío, yo hice uno mejor hace años» ¿Dónde está? Buscando aprobación.
Como he dicho, nunca hemos estado tan expuestos, pero tampoco nunca antes en la historia de la humanidad hemos tenido tanta libertad para decir o hacer lo que deseamos.
Hoy puede sacarse todo el arte del mundo que hay en los cajones.
Sólo faltan cojones.
Sólo hace falta deshacerse de la necesidad de aprobación externa.
Ahí tu arte encontrará todo el valor del universo. Libre.
PAZ.