La paz interior no es posible si te juzgas.
No puede haber paz junto a un enemigo.
Y en todo momento tienes que preguntarte:
«¿Soy mi amigo o soy mi enemigo?».
Hasta que no te conviertas en tu mejor amigo, no hallarás dentro la calma que quizá aún ni sabes que necesitas tanto como comer, beber o respirar.