Si lo perdieses todo menos tu valentía siempre acabarías recuperándote.
No hay paracaídas como ser valiente.
Si hubiese una pastilla para la valentía sería el negocio del siglo.
No hay paracaídas como ser valiente.
Si hubiese una pastilla para la valentía sería el negocio del siglo.
Solo puedes comerte un bistec poniéndolo al fuego y haciendo posible que pueda chamuscarse.
Solo puedes disfrutar de un baño en la playa haciendo posible que puedas morir ahogado arrastrado por la resaca.
Solo puedes ganar dinero invirtiendo haciendo posible que puedas perder ese dinero.
La valentía es más grande cuanto más grande y posible sea el dolor.
Es la hostia.
A quien vive buscando la plena certeza y seguridad de sus actos, decisiones y elecciones lo llamamos cobarde.
Y a quien vive aceptando que la vida, en su mayor parte, es incertidumbre, apuesta y riesgo, lo llamamos valiente.
No hay más.
Tras esos primeros actos, los demás cuestan menos. Hasta que un día descubres que has hecho de la valentía un hábito. Un órgano más dentro de tu sistema. Una parte de ti.
Dicen que todo es empezar. Cuánta razón.
Porque cuando fallas pero has sido valiente duele diferente. Duele mejor.
Pero cuando has actuado sin valentía o cuando tan siquiera has actuado cuando tendrías que haberlo hecho… eso no solo duele más sino que deja una fría marca. Un recordatorio. Una señal que te dice: «Pues sí, está claro que has sido un cobarde y que difícilmente puedes contar contigo«.
Solo puedes ser valiente en dos situaciones:
La próxima vez que pienses en el miedo piensa en él como un mentor.
Un mentor duro, pero un mentor al fin y al cabo.
Yo ya sé perfectamente de lo que soy capaz.
Pero quiero descubrir de lo que no soy capaz.
Y eso solo lo puedo saber arriesgándome. Averiguándolo.
Siendo valiente.
No puedes vivir una vida con sentido y significado dejando la valentía a un lado.
Imposible.
Cuando la fortaleza y la valentía mueran, el mundo perecerá definitivamente.
Porque cuando el caos se extiende lo único que puede reinstaurar el orden es, precisamente, la fuerza y la valentía. Y nada más puede.
En cada decisión, en cada elección hay un acceso directo a la opción que nos llevaría a un aumento de nuestra valentía. Tomarla o no es la cuestión.
Todo el mundo sabe lo que tiene que hacer para ser más valiente.
Y admitirlo es el primer acto de valentía.
Si fuese fácil, lo llamaríamos otra cosa.